Mitos...

Nos exponemos a las consecuencias de los mitos. Toda nuestra existencia es mítica. Mentimos compulsivamente. Mentimos porque nos engañan nuestros ojos y todos nuestros sentidos conspiran para darnos humanidad. El yo humano, la conciencia ordenada según el lenguaje hace que todo sea una gran mentira. Se enreda poco a poco a nuestra esencia, hace imposible que respiremos sin mentir. Inventaron el amor cuando la razón progresó peligrosamente hacia la cuestión más importante. Hoy se que me equivoco en todo. Solo siento una angustia interna, una nostalgia endémica del ser que trata de pensar en todo lo que la palabra propone. A consecuencia flotamos sobre nosotros mismos preguntándonos a cada minuto lo mismo del principio. Rezamos, oramos, enunciamos, mordemos el aire para lograr la certeza más prudente, la más soportable tortura. El entorno conspira y nos detiene con enfermedad y catástrofe. No saldremos con vida del torbellino que iniciamos cuando pensamos por primera vez que cada pregunta supone una respuesta válida. No hay dudas en la mente del que camina en el vértice de la nada. Solo que el mito es la materia que todo llena; la oscura mano que consuela al que llora y prevé lo imposible como probabilidad absoluta…