En la barra, el colmado, el antro cualquiera también existe el arte; que es al fin y al cabo la habilidad de observar y valorar la unicidad de las cosas. Los sentidos nos embriagan y la ebriedez nos transporta a un estado tan sensible que se confunde con el acto mismo del sexo; la culminación de la belleza; donde se mezclan el deseo con lo deseado… ¡Se que no me crees! Y es que los discursos están de más cuando caminamos hacia la verdad vulgar de los sentidos. La gente de bien no merodea la barra. Si lo hiciese perdería el rescate de su redención. Piensan en morir rodeados de favores y elogios que los acompañaran a un más allá libre de pecado; puro limpio de toda sensualidad; un inhumano espacio en blanco llamado gloria. Es grotesco vivir con la única finalidad de morir “bien”. Yo no pienso en ganar nada. Por ello arriesgo mi pellejo en la barra, en el colmado, en el antro oscuro, donde se mezclan los sentidos más eróticos con los anhelos más “altos”. Es la frontera; allí todo es ensayo; prueba y error. Es un espacio completamente humano, donde no hay lugar para la “deidad”. Baila el “jornalero” buscando aliviar el músculo cansado; olvida con ron y cerveza la agonía punzante el pobre, el despojado, el charlatán, el vago y el borracho.
1 comentario:
Mundo de verdad, donde los opostos se encontran.
Besos
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