¡Soy un extraño!…

Soy un extraño en mi propia ciudad y un inmigrante en mi país. Debería tomar la cámara y fotografiar cada rincón, el contorno de cada calle y callejón pero no lo hago.

El tráfico indiferente inunda las avenidas. Se supone somos una pequeña isla en el Caribe. ¿Porque hacen tanto bullicio 4 millones de habitantes? Dicen que nada bueno digo de la Isla; y tal vez sea cierto. !Pero es que todo esta incompleto! Busco en sus inconveniencias la urbe que no duerme; el decadente perfil de una ciudad cosmopolita y no lo encuentro. En su lugar debo conformarme con un atasco vehicular a las 8:00 AM y otro a las 4:00 PM, bares que cierran a las 12:00 de la medianoche y una sociedad consumerista que se mueve al son de las ofertas de las multitiendas.

Con razón mi cámara fotográfica no es bienvenida. La “ciudad mediocre” no funciona y su disfuncionalidad avergüenza a los habitantes “nativos”. Solo los inmigrantes guardan algo de “frescura” y originalidad porque están inmersos en una realidad insoslayable. No extraña que el evento social más interesante ocurra con visos de “ilegal”. La vida palpita allí –comprimida en pequeños bolsillos- donde ocurre el torbellino del mestizaje. Se amalgaman en los “guetos” la música, las costumbres, los acentos; los hábitos “indecentes del bárbaro” con los “civilizados” de los naturales, dando a luz un embrión que sobrevive solo unos instantes. No es que sea más legítimo; es que hay una franqueza inmensa en los que no pueden disimular que me comunica algo importante. Siento que comprendo y me siento cómodo por ello.

Por otro lado busco en mi Isla lo contrario a la ciudad; el mar, el campo, la montaña, la sabana imperturbable y serena y tampoco la encuentro. Todo aquí esta en eterna convulsión y se proyecta hacia lo equivocado. Mi cámara no es bienvenida porque despertaría la sospecha de que todo se hace al revés, que todo es una falsa; un teatro para aparentar ser alguien sin intención de serlo verdaderamente.