Pienso recurrentemente en la vida atrapada en las charcas de la costa. Caracoles inmóviles, cangrejos nerviosos, pulpos asilados en vísceras de cal y arenisca, peces que nadan autómatas en los cuencos horadados en el arrecife. El mar siempre furioso se retira y acerca creando micro-mundos pacíficos en las costas rocosas, entre los vestigios de los corales erosionados por el oleaje y terrazas silicias de antiguas dunas medianeras. Me gusta la soledad del paisaje cuando la tarde colorea fogajes naranjas en los cúmulos transportados por los alisios. ¡Siempre al oeste!, ¡siempre al encuentro con el sol, hacia el horizonte perenne infinitamente poblado de islas silenciosas! Allí está la solución al dilema humano de la existencia. No hay hambre más atroz que la del espíritu humano; ni aventura más peligrosa que la certeza sincera de las inmensidades acuáticas; cielo y mar; y las islas en medio, como barcos ígneos que parten hacia la encrucijada del agua. Me conformo siempre con la orilla tranquila; amo la ingravidez pacifica en los prados sumergidos. A mis oídos inundados llega el sonido de la marejada que quiebra cristales de sal en las aristas filosas del coral.
3 comentarios:
Me gusta el paisaje que describes y echo mucho de menos el mar. Gracias por tu visita, yo voy a darme una vuelta por tus otros blogs.
Un saludo.
Saludos: Estoy en la de fundar una Biblioteca Virtual. En Puerto Rico no hay ninguna dedicada a la nautica y mi biblioteca personal tiene mucho material que creo es importante. Saludos y gracias. Hasta pronto!
Más un texto fantastico lleno de verdad e encantamiento.
El mar... Yo vivo mui cerca del mar e del rio Tejo: una fortuna san medida.
Besos
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